lunes, marzo 13, 2006

Jema el fna


Bruno Marcos
Nuestro rastro es el rastro de su zoco. Innumerables asechanzas viví este verano en el de Marrakech. Dicen que la plaza de Jema el fna es uno de los sitios más intensos del planeta donde se dan cita músicos, magos, domadores o cuentacuentos, venidos tanto del norte como del sur de África. El espectáculo es integral: calor, viento, humo, olores, color, imagen y ruido. Los tantanes suenan allí como sin fin, la humareda de las cocinas callejeras lanza nubes constantemente y, en la penumbra, se crean corros con espectáculos diversos. Tienes que adentrarte por ahí para saber qué es lo que están haciendo y te das cuenta de que ahí, en los corros, hay muy pocos turistas. Una bujía autónoma ilumina desde dentro cada grupo de forma que lo que ves son siluetas silenciosas al contraluz. En uno de estos corros había un anciano con un cayado sobre el que había puesto el cráneo de un cabrito. Hablaba sin parar y, de repente, se enfadaba, se callaba y, a empujones, salía del círculo, como dejándoles la historia a medias. Yo, en árabe, no entendía nada. Después un muchacho elevaba la mano, como ofreciéndole una imaginaria moneda, y el anciano volvía al centro a culminar su historia.
En otro círculo vi que estaban todos en silencio y me acerqué. Por encima de las cabezas observé que se trataba de un grupo de hombres vestidos de negro. En seguida vislumbre algo interesante: uno de ellos era un enano con una gran pandereta. Estaba sumamente enfadado. Ingenuo de mí encendí la cámara y la elevé por encima del grupo de manera y forma que el enano me atisbó al instante y, dando codazos, se abrió paso en dirección a mí. Yo barrunté el conflicto y plegué la cámara –es curioso siempre que se me inicia un conflicto mi reacción instintiva es clausurar las imágenes-. Total que comencé mi huida por la plaza de Jema el fna. Con toda seguridad yo, en aquel momento, era el más alto de esa zona de la plaza y el enano el más bajo y, sin duda, debíamos formar un cuadro cómico al escapar yo y al darme el enano golpecitos en la espalda. Recuerdo su cara enfadada y fea clavada en mí.
Yo encontraba extraordinariamente siniestra la anécdota pero intenté reconvertirla en algo chistoso en una cena con otros turistas españoles. Me costó tener que contarla dos veces para conseguir que estallasen en una carcajada unísona y sólo lo conseguí a cambio de caricaturizarme a mí mismo como un grandón que huía de un enano. Entre los comensales había un ciego. Ya llevaba yo dos días pensando, al verle, en cómo sería hacer turismo siendo ciego, sin imágenes, cuando Ella me dijo: “Qué borde es ese, siempre con las gafas de sol, no te da ni los buenos días”.
El último día se me había antojado comprar un laúd de tres cuerdas como el que tocaba un músico muy delicado y simpático la noche anterior mientras cenábamos en un riad. Un guía espontáneo nos llevó por callejuelas inverosímiles hasta el local de un artesano de la música y el hombre -poco ducho en el regateo- me demandó 30 euros por la guitarrita. Le pedí disculpas con la mano puesta en el pecho y le dije que había habido una confusión y nos fuimos. De entre las callejuelas salía ofreciendo el instrumento musical por diez euros menos cada vez. Yo le pedía disculpas de nuevo y seguía huyendo, al final me ofreció el laúd llorando por 6 euros, miré al guía espontáneo e hizo un gesto afirmativo. El viejito luthier marroquí quedó gimoteando.
Al día siguiente, por una calle también inverosímil de ese zoco, un fuerte rasponazo me hirió una pierna, me volví extrañado y, entre una masa ingente, dos burros, seis bicicletas, cuatro perros y una carretilla, pasaba un coche atropellándome. Hice gesto de clamar al cielo y me fui. Por las siguientes callecitas, el del coche me seguía y me pitaba y, cuando me volvía, el conductor se agachaba para verme por la luna y, sonriendo, bajaba la cabeza con las manos en posición de estar rezando y me lanzaba besos.

5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Espero con inquietud los relatos de las vacaciones de SS:cada día la ficción se confunde con la realidad

marzo 15, 2006 1:22 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

La imaginación no hubiera podido superar este brillante relato.VEo que solamente hay que abrir los ojos y la realidad se convierte en ficción

marzo 15, 2006 1:25 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

conjugas el verbo regatear como AT en la cuesta Moyano

marzo 15, 2006 1:51 p. m.  
Blogger . said...

¿Lars, a qué te refieres, a vacaciones en San Sebastián?

¿Sabes que hay realmente un fotógrafo ciego que hace exposiciones y todo con imágenes entre siniestras y enigmáticas?

marzo 15, 2006 5:04 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Podrían ser las vacaciones de la infancia pero me refería a las del 6 de marzo.
Sólo conozco una novela de Bufalino en la que el protagonista es un fotógrafo ciego.Me gustaría ver alguna foto de ese genio invidente

marzo 16, 2006 1:11 p. m.  

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